Vamos por partes: Beatriz Preciado es una intelectual española cuya obra está causando revuelo en el mundo iberoamericano y también en Francia, Estados Unidos e Inglaterra. Su libro “Manifiesto Contrasexual”, publicado en 2002, ha provocado innumerables reacciones, y las múltiples reediciones y traducciones la ubican como una de las abanderadas de la novísima sexualidad que escapa a los conceptos tradicionales. Ella, incluso, se otorga el lujo de controvertir a Foucault y a todo el universo psicoanalítico que no se desprende aún de las teorías freudianas.
Preciado es un ser (no es hombre, no es mujer) respetado y respetable que el lenguaje sexista calificaría de andrógino. Ella admite que consume testosterona; pero, no para asumir una falsa masculinidad sino con el propósito de experimentar los efectos de lo que denomina “cocaína sexual”. Asimismo, se autocalifica transgénero en el sentido de una ubicación que está más allá de lo masculino y de lo femenino, asignaciones que no acepta, pues considera que obedecen a la supremacía política y al poder de fuerzas que rinden culto al machismo y a la heterosexualidad.
Total: Beatriz es una tía interesante que alborota a España cada vez que va de visita; pero, también, una profesora de la Universidad de París que –según me cuenta mi amiga Grazia Pisani, quien la conoció en Francia– convoca en sus cátedras de Teoría del Género a estudiantes de otras Facultades, a profesores y espontáneos, cuya curiosidad está impulsada por el deseo de gozar el espectáculo de la palabra, la argumentación seria y el derroche de cultura que fluye por la boca de aquella mujer, finalista del premio de ensayo que anualmente otorga la reputada editorial Anagrama. Su trabajo, en forma de libro, fue presentado en México con un título original: “Pornotropía: Arquitectura y Sexualidad en ‘Playboy’ durante la Guerra Fría”.
Segunda parte: el ensayo de Preciado está basado en un análisis minucioso de la revista “Playboy”, fundada y dirigida desde 1953 por Hugh Hefner, un excéntrico personaje de la vida estadounidense, quien a sus 88 años se pasea en bata por las innumerables habitaciones de su mansión de Chicago, mientras las conejitas recién llegadas a su harem revelan ante las cámaras de televisión sus mejores ángulos corporales después de haber posado desnudas en la portada y en las páginas centrales de la mítica publicación.
En realidad, la filósofa Preciado realiza una disección tal de los contenidos eróticos de “Playboy” que la llevan a concluir que la revista no sólo ha sido la antecesora de las actuales comunidades virtuales tipo facebook, twitter y de los “reality shows”, sino la responsable directa de haber convertido a la pornografía en una cultura popular mediante el consumo masivo que, en gran medida, transformó las costumbres sexuales de un país cruzado por la mojigatería y la moral barata.
Además, la ensayista acude al término ‘voyeurista’ para referirse al programa televisivo por cable –Mansión Playboy– que es, sin duda, un “reality show”, el cual, según Preciado, contribuyó desde sus comienzos a exhibir las intimidades a través de una liberación sexual masculina que dejaba atrás los prejuicios religiosos que condenaban al morbo y al erotismo, y también parte de las represiones padecidas a partir de un culto al conservadurismo.
Tercera parte: “Playboy” es una revista que impulsó una nueva sexualidad en Estados Unidos. Lo logró sin una firmeza de propósito, pues en la historia de la legendaria publicación aparece registrado que Hugh Hefner pensó en un solo número: aquella primera edición de diciembre de 1953 en la que está Marilyn Monroe en la portada exhibiendo su bella sonrisa, su mano izquierda apuntando al cielo y un escote profundo que cubre la mitad de sus senos, los cuales mostraría desnudos, junto a su semi-desnudez, en las páginas centrales.
Después vendría lo que ya se sabe: otros desnudos de famosas, y textos de escritores y periodistas de exquisitas plumas que permitieron ganar a todos los públicos y hacer circular una revista que en algún momento alcanzó los siete millones de ejemplares en una misma edición. Por allí pasó Truman Capote pregonando las bondades del periodismo literario, al igual que desfilaron personajes del arte, la literatura, la política y el deporte, tales como Salvador Dalí, Jean Paul Sartre, Fidel Castro y Muhammad Alí, entre tantos otros. Este ingrediente se constituyó en un cóctel explosivo y original que facilitó el reconocimiento y la aceptación en una sociedad cerrada a los nuevos vientos del intelecto y la sexualidad.
Hay que agregar, claro está, el talento y la creatividad de Hugh Hefner, su conocimiento de la vida sexual estadounidense que le facilitó el ‘golpe de suerte’, y sus excentricidades: compró un nicho en Westwood Village Memorial Park, el concurrido cementerio de Los Ángeles, para ser sepultado allí quién sabe cuándo y, así, estar al lado de Marilyn Monroe, la rubia de gajos dorados que le abrió las puertas del éxito y cuyos restos reposan en aquella especie de necrópolis donde también están otros famosos y famosas del entretenimiento y la cultura.
No sólo lo anterior: Hefner aparece en todas partes con sus conejitas, protagoniza series de televisión, repite hasta el cansancio que consume viagra y que practica el sexo dos veces a la semana con las exuberantes rubias que tanto le atraen. Aún hoy sigue dirigiendo la edición estadounidense de “Playboy”, pues las otras versiones que circulan en 32 países parecieran tener vida propia. Aunque, hay que decirlo, la revista ya no causa el impacto de aquellos años de los 50’s y 60’s. Los tiempos han cambiado y los ‘misterios’ de la sexualidad están resueltos. Pero queda el testimonio de Beatriz Preciado.