Abracadabra
Jaime de la Hoz Simanca
El 1 de mayo de 1958, una joven musulmana llamó la atención en una corte en la ciudad de Allahabad, en el norte de India. Husna Bai, de 24 años, se presentó ante el juez Jagdish Sahai como una prostituta. Estaba ahí para invocar la Constitución y presentar una petición en desafío a la validez de una nueva ley que prohibía la comercialización del cuerpo humano.
Bai argumentó que, al atacar su forma de trabajo y sustento, la ley había “frustrado el propósito de estado de bienestar que establecía la Constitución en el país”.
Era un acto radical de resistencia pública protagonizado por una musulmana pobre. En un momento en el que la vida en India había excluido a las prostitutas de la sociedad civil, ella obligó a los jueces a mirarlas como mujeres. El número había disminuido —de 54.000 a 28.000 en 1951, según cifras oficiales— así como el apoyo público para ellas.
Cuando las prostitutas ofrecieron donaciones al Partido del Congreso, Mahatma Gandhi las rechazó y les sugirió que se dedicaran a tejer. Esto a pesar de que estaban entre los reducidos grupos de personas que tenían permitido votar ya que ganaban dinero, pagaban impuestos y poseían propiedades. Se sabe poco sobre la vida personal de Husna Bai aparte del hecho de que vivía con su prima y dos hermanos menores que dependían de sus ganancias. Tampoco se encontraron fotografías de ella en una búsqueda de archivos.
Pero la historia de su lucha por el derecho a ejercer su oficio —olvidada en gran medida— es parte de un nuevo libro del historiador Rohit De, de la Universidad de Yale, en Estados Unidos. La obra, titulada “La Constitución del Pueblo: La Ley y la Vida Cotidiana en la República de India”, explora cómo la Constitución del país sudasiático, a pesar de su “autoría elitista y antecedentes extranjeros, llegó a impregnar la vida y la imaginación cotidiana en India durante su transición de un estado colonial a una república democrática”.
Debido a la ausencia de materiales de archivo, se basó en registros de la corte para reconstruir la historia de Husna Bai como parte de un movimiento más amplio de mujeres en todo el país. La petición de Bai despertó mucho interés y ansiedad. Por un lado, burócratas y políticos la debatieron y dejaron atrás “un rastro abundante de papel”, según el autor. Por otro, un grupo de prostitutas en Allahabad y el sindicato de bailarinas manifestaron su apoyo a la causa de Bai.
También se produjo una oleada de peticiones similares presentadas por prostitutas en los tribunales de Nueva Dehli, Punjab y Bombay. Begum Kalawat, una prostituta que vivía en Bombay tras ser expulsada de una ciudad por acusaciones de ofrecer sus servicios cerca de una escuela, fue a al tribunal superior argumentando que la medida violaba su derecho a la igualdad, libertad de comercio y movimiento. La nueva ley había dejado a las prostitutas preocupadas por su futuro y recaudaron dinero de clientes y empresarios locales para combatir la legislación en los tribunales. Cerca de 75 mujeres, alegando ser integrantes de una asociación profesional de cantantes y bailarinas, organizaron una manifestación frente al parlamento en la capital, Nueva Delhi. Les dijeron a los parlamentarios que la represión de su profesión llevaría a su diseminación a “áreas consideradas respetables”.
Las prostitutas del bullicioso distrito de la luz roja, en Calcuta, amenazaron con iniciar una huelga de hambre si el gobierno no ofrecía a los 13.000 trabajadoras sexuales de la región un medio alternativo de subsistencia. La policía y el gobierno expresaron su preocupación por la petición de Husna Bai. Y no sorprendentemente, se encontraron con una fuerte resistencia por parte de las mujeres parlamentarias y trabajadoras sociales que habían liderado la campaña a favor de la legislación contra la trata de personas. Según De, los críticos estaban “horrorizados por la invocación de principios constitucionales por parte de las prostitutas”. “La petición de Husna Bai y las peticiones similares que siguieron fueron vistas como un ataque a la agenda progresista de la nueva república”.
La asamblea constituyente de India, que contaba con participación femenina, argumentó que las mujeres no optan por prostituirse y, por el contrario, son forzadas a hacerlo por las circunstancias. Posiblemente les sorprendió que las prostitutas afirmaran el derecho fundamental a ejercer su oficio y buscaran continuar una “vida de degradación”.
“Al verlo de cerca, queda claro que éste no fue un acto heroico individual de resistencia, sino parte de la acción colectiva de un grupo organizado espontáneamente y comprometido con el comercio sexual en India”, dice De. “Queda claro que esta nueva ley se sumó a las presiones que las personas involucradas en el comercio sexual ya enfrentaban, y amenazaba con perturbar antiguas prácticas”. La petición de Bai fue rechazada en dos semanas bajo el tecnicismo de que sus derechos aún no habían sido afectados por la nueva ley: no había sido desalojada ni había una denuncia penal en su contra. el juez Sahai dijo que sus argumentos sobre el desalojo eran correctos, pero no añadió nada más.
Y eventualmente, la Suprema Corte consideró que la ley era constitucionalmente válida y estableció que las prostitutas no podrían beneficiarse de derechos sin restricciones.
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